¿Salsa sweet chili? ¿Y eso qué leches es? Pues es la salsa agridulce del chino pero ligeramente picante. La venden en cualquier chino donde tengan comida, en versión normal y en versión “hot chili”, pero para los colgaos del picante como yo y teniendo en cuenta que me gusta hacerme yo mismo mis salsas (en el restaurante no uso cosas industriales), hacer una sweet chili con chile habanero me pareció el paso más lógico.
Ni que decir tiene que, al hacerla nosotros, podemos controlar el nivel de picante, dulce y ácido como nos dé la real gana, que para eso es casera. Así que vamos con la megahot sweet chili de habanero.
Los ingredientes.
Aquí hay que decir, antes de que nadie se me asuste, que uso goma xantana y agar-agar para espesar la salsa pero porque soy un profesional de esto de dar de comer y me gusta meterme en berenjenales con la cocina molecular (Sí, de pequeño solía mezclar cosas de todo tipo para entretenerme, con la diferencia de que ahora se lo doy de comer a la gente.) Pues eso: sin dramas, que con una cucharadita de harina fina de maiz se consigue un resultado similar, aunque hay que consumirla en un menor espacio de tiempo, y no me refiero a que haya que engullirla para que no se haga bola y nos atragantemos, que me conozco a más de uno, sino que en lugar de durar dos meses en la nevera hay que gastarla en una o dos semanas.
Otro inciso: el glutamato. Si no lo tienes no se lo pongas y yastá, que no pasa nada, aunque si lo quieres comprar te vuelvo a remitir a tu bodeguilla china de confianza donde serás asesorado con ese clásico: “pasillo derecha, fondo” tan agradable (Conste que Vicente, el chino del chino de mi calle y yo somos amigos, por muy rancio que sea el jodío, que lleva trenta años en España y cada vez se le entiende menos lo que dice. Para matarlo).
Una vez resuelto esto, vamos a por ello.
Necesitamos:
- 2 ajos.
- Un trozo de jengibre más o menos del mismo tamaño que los ajos.
- 70 gramos de vinagre.
- 70 gramos de zumo de limón.
- 300 gramos de azúcar blanco.
- 1,5 gramos de glutamato.
- 0,5 gramos de goma xantana.
- 2 gramos de agar-agar.
- 410 gramos de agua.
- 2 o 3 chiles.
La elaboración.
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Rallamos el ajo y el jengibre y los ponemos en un cazo.
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Picamos muy pequeñitos los chiles y, dependiendo de si queremos que pique más o menos, le dejamos las semillas o se las quitamos (la parte de las semillas es donde más se concentra la capsaicina, que es la sustancia que pica de las guindillas), y lo echamos al cazo.
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Añadimos el vinagre, el limón, el agua y el glutamato y ponemos al fuego.
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Cuando rompa a hervir, bajamos el fuego y dejamos cocinar unos 5 minutos.
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Pasado este tiempo, añadimos la goma xantana y el agar-agar (o una cucharadita de harina fina de maiz disuelta en agua fría) y removemos con las varillas hasta que la salsa sea homogénea. No flipéis con dejar la salsa espesa mientras está caliente, porque al enfriar espesa que da gusto, así que es mejor quedarse corto de espesante a que se haga un bloque y necesitemos un martillo neumático para sacarlo del bote.
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Vertemos en un bote/cuenco/tupper/biberón y dejamos enfriar en la nevera. Otro mito: no pasa nada por meter algo caliente en la nevera, siempre y cuando no sea algo excesivamente grande o excesivamente caliente (No vale apartar la olla rápida del fuego llena de cocido y meterla en la balda de la fruta, por favor) porque el único peligro es que suba demasiado la temperatura del frigo. A ver: si sacamos una tarta del hormo y la ponemos en la ventana en pleno invierno y no pasa nada, ¿por qué iba a pasar si metemos en el frigo un trozo de tortilla de patatas templada? Pues eso.
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Si hemos usado agar-agar y goma xantana, el último paso será remover bien la salsa cuando ya esté fría porque tendrá un textura gelatinosa.
Y yastá, tenemos una salsa sweet chili casera para remojar pollo frito, para añadirle a unos noodles salteados o para lo que nos apetezca. Buen provecho.